martes, 23 de noviembre de 2010

La diosa del templo de Creta

La mañana era soleada en la selva húmeda  de Camboya y Samai alto de ojos negros y de aspecto dulce, era dueño de un mariposario ubicado en las afueras de la ciudad,  reproducía y conservaba las más variadas especies de mariposas; fiel amante de la naturaleza, iba en busca de los más bellos ejemplares con su atrapa insectos de redecilla gris.

Preocupado por  el peligro de extinción,  pues sabía que donde ellas aparecen aun existe un equilibrio natural; algunas de las más hermosas especies ya habían desaparecido de esta selva, como anunciando un deterioro.

Al introducirse cada vez más en la selva,  las encontró posando en las flores chupando el néctar, otras volando sobre los árboles confundiéndose con las palmas gigantes;  rojas, azules, violeta, amarillo y color fuego daban un toque de color al paisaje, admirado por la belleza de plantas del bosque, deseó que estos le dijeran el secreto de la paz y armonía.

Mientras caminaba por la espesura de árboles observó unas hojas que eran movidas por el viento, una de ellas muy grande repentinamente le cayó encima cubriendo su rostro, viendo hacia arriba se rió.

Luego se fue y descendiendo por una colina, decidió descansar cerca de una piedra que lo cubría del sol, el cuál comenzaba a ponerse incandescente, al recuperar el aliento, pudo contemplar frente a él un hermoso río que lo tranquilizaba con su silbido, sus aguas fluían muy rápido. A la orilla, estaban las raíces de los árboles que sobresalían de las aguas turquesas y que tenían como marco las montañas; un viejo tronco lo atravesaba.

Miro a su alrededor y de pronto de los matorrales salió una columna de pequeñas mariposas rosadas emitiendo destellos de luz, como celebrando el día, le parecieron las más hermosas que jamás había visto, ellas se quedaron un momento  frente a él, y contemplándolas les dijo:

­—desearía saber el secreto de su paz y armonía

Pero ellas apresuradamente se dirigieron hacia el rió, por momentos se detenían como si lo esperasen, decidió ir tras ellas y se enfrento con el viejo tronco el cual debía atravesar, con cuidado decidió seguir, pero se deslizo alcanzándose a sujetar con sus manos de unas  ramas que sobresalían, un pájaro parado en una ramita seca de un árbol, parecía observarlo, él le sonrió sutilmente.

Incorporándose  de nuevo para seguir en su aventura, caminó hasta llegar a un despeñadero y al asomarse, vió como a lo lejos penetraba un claro de luz que tenía como fondo las mariposas que ahora revoloteaban enérgicas.

Decidió acercarse para investigar,  sentía como hacían ruidos las hojas secas del suelo a cada paso que daba, abriéndose paso entre árboles y lianas del camino escabroso, escuchó un ruido que no era el sonido natural del bosque, no era ni un pájaro ni de los animales y sin embargo inexplicablemente, parecía bastante natural para la selva.

El ruido se detuvo pero él continuó para tomar un sostenido respiro;  miró hacia abajo y se sorprendió con lo que estaba contemplando, el origen del claro del bosque se entrelazaba entre árboles y el cielo, se quedó inmóvil y tomando el aliento nuevamente, miró como ante él se levantaba un imponente templo de una extraña construcción; maravillado observó la belleza; aquello era una joya antigua adornada de estatuas finamente labradas como encaje de piedra, cubiertas de musgo y lianas verdes colgantes, como pintados por el tiempo, era como si estuviera en otro mundo.

Estaba maravillado y su curiosidad estaba palpitante, seguro que al explorarlo encontraría secretos del pasado. Decidió acercarse y a unos metros la puerta color escarlata, se acercó sigilosamente ahora el bosque estaba en silencio, vaciló en un momento, pero luego puso su mano sobre ella como intentando revivir el pasado.

De pronto la puerta se abrió y una cueva se iluminó, apareció una inmensa estatua de una mujer de extraordinaria belleza, tenía una mano hacia arriba como queriendo alcanzar el cielo, sus ojos de piedras cristalinas, azul violeta resplandecían, como una diosa, cuidando su templo, alrededor de ella estaban revoloteando las mariposas, ahora de un rosado más intenso, la estatua se movió haciendo un breve estruendo y arrojando sobre ella hojas y tierra, encendió las piedras preciosas de sus ojos con una luz violeta, para luego extender su mano hacia él.

 No temas, soy la Diosa de Creta que ha cuidado de éste templo por muchos años guardando, un secreto para compartir con el primero que encontrara nuestro templo; un secreto que cambiara tu mundo.

   Hace miles de años una civilización entera fue destruida, una guerra de odio desatada, una raza completa maldecida, miles de años después la confrontación perduró, nuestra decadencia inicio con la destrucción de la naturaleza  y después guerras de odio y lucha de poder, sólo nos importaba nuestras posesiones en ese momento y el grado que nos otorgaban.

   Sin darnos cuenta nos destruíamos poco a poco con nuestro egoísmo y nuestra falta de unidad nos habíamos contaminado matándonos, unos con otros y destruyendo cada parte de la naturaleza, nunca imaginamos que nuestros recursos se iban a terminar, al no tener recursos y desconectarnos espiritualmente con la madre tierra, nuestra civilización se fue extinguiendo poco a poco;  nuestras amigas mariposas te han traído hacia a mí, debes adentrarte en la cueva te guiaré con una luz —dijo, la Diosa

¡Entra al templo! — dijo con voz suave.
Samai estaba sin aliento y solo escucho, ¿estaba en su imaginación? 
 Yo te esperaba, las mariposas me han traído tu deseo de paz —dijo la estatua.

En un momento titubeo, pero la Diosa le inspiraba confianza… y entrando siguió  el destello, era una luz acercándose a él o el acercándose a la luz que resplandecía con un agradable brillo violeta,  su atrapa insectos ahora parecía un accesorio más.

Al llegar al final de la cueva perplejo vió una laguna de aguas verdes y cristalinas, estaba estupefacto, un suave chasquido del agua se escuchó y lentamente emergió una piedra color esmeralda que tenía diferentes jeroglíficos; el secreto más preciado de la sabiduría antigua estaba por develarse ante los ojos de Samai.

Un silencio pareció invadir el ambiente cuando de pronto la piedra se encendió y los jeroglíficos del color del fuego empezaron a aparecer uno a uno, Samai se quedo inmóvil, sin comprender ya nada de lo que veía, pero  la voz de la diosa se escucho suavemente:

¡Si cuidas a la madre naturaleza!  Si el alma cultivas antes que lo material, crearás un pueblo indestructible.

¡Ve y comparte nuestra sabiduría con tu mundo!

Samai agradecido, de la revelación se despidió con una sonrisa que emanaba del interior de su corazón, y prometió compartirlo con el mundo mientras se alejaba, vio como la estatua había desaparecido dejando pintado en él la sonrisa de la esperanza por un mundo mejor y así fue la sabiduría compartida por la Diosa del templo de Creta.

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